Lección 85 UCDM
El repaso de hoy abarcará las siguientes ideas:
Mis resentimientos Ocultan la Luz del Mundo de Mí
Mis resentimientos me muestran lo que no está ahí y me ocultan lo que quiero ver. Habiendo reconocido esto, ¿para qué los iba a querer? Mis resentimientos me mantienen en la oscuridad y ocultan la luz. Los resentimientos y la luz no pueden coexistir, pero la luz y la visión tienen que unirse para yo poder ver. Y para poder ver tengo que desprenderme de mis resentimientos. Quiero ver, y ése será el medio por el que lo lograré.
Hacia una Visión Clara
Las aplicaciones concretas de esta idea podrían hacerse de la siguiente manera: Que no haga de esto un obstáculo a la visión. La luz del mundo desvanecerá todo esto con su resplandor. No tengo necesidad de esto. Lo que quiero es ver.
Mi Salvación Procede de Mí
Hoy reconoceré dónde está mi salvación. Está en mí porque ahí es donde está su Fuente. No ha abandonado su Fuente, por lo tanto, no pudo haber abandonado mi mente. Dejaré de buscarla fuera de mí mismo. No es algo que se encuentre afuera y luego tenga que traerse dentro. Se extenderá desde dentro de mí, y todo aquello que vea no hará sino reflejar la luz que brilla en mí y en sí misma.
Afirmaciones para la Salvación Personal
Las siguientes variaciones de la idea son apropiadas para las aplicaciones más concretas: Que esto no me tiente a buscar mi salvación fuera de mí mismo. No permitiré que esto interfiera en la conciencia que tengo de la Fuente de mi salvación. Esto no puede privarme de la salvación.
Reflexiones sobre la Lección 85 de Un Curso de Milagros: Superando Obstáculos para la Visión
Desenmascarando los Resentimientos
La Lección 85 de Un Curso de Milagros nos invita a una introspección profunda sobre cómo nuestros resentimientos actúan como velos que oscurecen nuestra percepción de la realidad, impidiéndonos ver la luz del mundo. Al albergar resentimientos, nos aferramos a percepciones distorsionadas y nos privamos de la visión clara de nuestra verdadera esencia y del mundo que nos rodea. Esta lección nos enseña que, al renunciar a estos resentimientos, comenzamos a despejar el camino hacia una comprensión más profunda de nosotros mismos y de nuestra relación con el mundo.
Camino Hacia la Claridad Visual y Espiritual
Mediante prácticas específicas, se nos alienta a no permitir que las circunstancias externas se conviertan en obstáculos para nuestra visión. La luz del mundo, que reside en nosotros, tiene el poder de disipar todas las sombras de duda y conflicto, revelándonos que lo único que realmente necesitamos es ver con claridad. Esta visión clara no es solo física, sino también espiritual, permitiéndonos reconocer la unidad y el amor que subyacen a nuestra existencia.
La Fuente de Salvación en Nosotros
«Mi salvación procede de mí» es una poderosa afirmación de autonomía espiritual y de reconocimiento de que la salvación no se encuentra en el mundo externo, sino dentro de nosotros mismos. Al comprender que la salvación yace en nuestra propia mente y corazón, dejamos de buscarla afuera y empezamos a irradiar la luz y el amor que son nuestra verdadera naturaleza. Esta comprensión transforma nuestra percepción del mundo, mostrándonos que todo lo que vemos es un reflejo de la luz interna que elegimos proyectar.
Manteniendo la Integridad de Nuestra Salvación
Las variaciones propuestas para aplicar esta lección en situaciones concretas nos recuerdan mantenernos fieles a nuestra búsqueda interna de salvación, resistiendo la tentación de buscarla en fuentes externas. Al reconocer que nada fuera de nosotros puede definir o alterar nuestra salvación, fortalecemos nuestra conexión con nuestra Fuente interna y con nuestra capacidad de reflejar su luz en el mundo.
Conclusión: Hacia la Autenticidad y la Iluminación
Un Curso de Milagros Lección 85 es una invitación a abrazar nuestra función de ver más allá de las ilusiones del ego y de los resentimientos que nos atan a la oscuridad. Al hacerlo, no solo recuperamos nuestra visión espiritual, sino que también encontramos la verdadera felicidad y paz que acompañan al reconocimiento de nuestra esencia divina y de nuestra función en este mundo. Es un recordatorio de que, al limpiar nuestra mente de obstáculos, podemos revelar la luz inmutable que somos y siempre hemos sido.